El diagnóstico de TEA tiene que ser realizado por profesionales especializados, con el objetivo de establecer un programa adecuado de apoyos individualizados para la persona. La posibilidad de que el TEA pueda aparecer asociado a otras dificultades hace necesario que la evaluación para su diagnóstico incluya además de la presencia de un psicólogo o psiquiatra especializado, la evaluación complementaria de un Neuropediatra como establecen las guías de BBPP para poder descartar algunas de las posibles dificultades neurológicas o genéticas que podrían aparecer asociadas. Requiere de una evaluación directa de la persona con TEA, así como una entrevista a la familia.
Hasta la fecha, el diagnóstico de los TEA se realiza exclusivamente a través de la observación de la conducta social y comunicativa y de las competencias de flexibilidad mental y de imaginación para adaptarse al entorno.
Al tratarse de un diagnóstico específico, debe contar con la administración de pruebas específicas para la evaluación de TEA. Además, debe incluir la valoración cognitiva de la persona para valorar la posible presencia de una Discapacidad Intelectual asociada y la evaluación del perfil comunicativo y del lenguaje.
El proceso de evaluación tiene que estar centrado en determinar las limitaciones así como destacar los puntos fuertes que ayuden a establecer apoyos adecuados para la persona, incluyendo orientaciones hacia los apoyos y la intervención de forma individualizada.
En la gran mayoría de los casos, se puede establecer un diagnóstico entre los 18 y los 36 meses. En algunos casos, dada la dificultad para diferenciarlo de otros trastornos del neurodesarrollo y en aquellos casos donde los síntomas aparecen de una forma más sutil, puede ser necesario esperar para confirmar el diagnóstico. Sin embargo, aunque el diagnóstico no esté cerrado y confirmado es imprescindible que ante cualquier retraso en el desarrollo de las habilidades sociales y comunicativas se comience una Atención Temprana especializada.