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El Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) es una condición del neurodesarrollo de origen neurobiológico que se presenta desde los primeros años de vida.

Todas las personas comparten dificultades en el desarrollo de las habilidades sociales y comunicativas y presentan un comportamiento e intereses repetitivos. Sin embargo, estas dificultades se presentan con diferente grado de intensidad a lo largo de un “espectro”. Además, las personas con TEA pueden tener asociadas otras condiciones que hacen que su presentación sea muy diversa en cada una de ellas.

Actualmente se considera que hasta un 50 % de las personas pueden tener una Discapacidad Intelectual asociada.

Se presenta en 3 hombres por cada mujer.

Esta condición se mantiene a lo largo de toda la vida independientemente de su buena evolución, por eso se considera una discapacidad. Una detección precoz y una atención temprana especializada, así como apoyos individualizados adaptados a sus necesidades en los diferentes contextos y momentos de la vida, son fundamentales para mejorar su Calidad de Vida y conseguir el máximo grado de desarrollo personal.

Habilidades socio-emocionales:
Aunque pueden mostrar afecto de una forma adecuada, las personas con TEA muestran alteraciones en el desarrollo de conductas adecuadas para relacionarse con los demás, poner en prácticas habilidades básicas para la relación con las personas y comprender las conductas y emociones en los demás, por lo que muestran limitaciones de empatía y de reciprocidad socio-emocional y un limitado interés para compartir con los demás sus intereses.
Pero dentro de esta área nos encontramos personas con un gran aislamiento social, personas que responden a la interacción con los otros pero tiene limitada iniciativa social y personas con gran iniciativa social que fracasan en sus relaciones por hacerlo de una forma poco ajustada socialmente y no comprender las normas sociales.

Comunicación y lenguaje:
Existe una gran variabilidad dentro de esta área, desde personas que no desarrollan ningún lenguaje hablado, personas que muestran un lenguaje repetitivo y poco funcional, hasta personas que con un buen lenguaje formal lo utilizan de forma desajustada.
Todas las personas muestran limitaciones para la utilización y comprensión de los elementos de la comunicación no verbal, como el uso de gestos, la mirada o las expresiones emocionales, dificultades para mantener conversaciones y alteraciones en el uso social de la comunicación.

Repertorio restringido de intereses y comportamientos:
Las personas con TEA muestran una alteración significativa en el desarrollo de la imaginación, lo que implica en su desarrollo un problema para el desarrollo del juego simbólico y la actividad imaginativa.
Estas limitaciones implican la aparición de conductas repetitivas, movimientos estereotipados del cuerpo, resistencia a los cambios en lo que les rodea, así como interés y preocupación intenso por temas específicos. Además, muchos casos pueden presentar una sensibilidad inusual ante estímulos sensoriales (auditivos, visuales, táctiles...)
Hay que tener en cuenta que en ocasiones aparecen asociados otras trastornos clínicos que hacen necesaria una evaluación y tratamiento complementaria (ansiedad, depresión, trastornos del sueño,…) y que afectan de forma significativa a la persona. En algunos casos existe una gran relación entre los TEA y algunas patologías (Síndrome X-Frágil, esclerosis tuberosa, fenilcetonuira,…) o aparecer asociados a otros cuadros o enfermedades (como por ejemplo el Síndrome de Down, Síndrome de West o Síndrome de Angelman) br>

La investigación actual establece que no existe una sola causa para explicar la gran variedad de TEA, sino que se trata de una etiología multifactorial, aunque existe una evidencia clara de que la causa es biológica y causal, por lo que no existe ninguna relación con las pautas educativas de los padres. La influencia genética se evidencia con la existencia de 4 varones con TEA por cada mujer, así como que los factores sociales y culturales no influyen de ninguna manera en la aparición del cuadro.
Probablemente puedan existir otros factores ambientales que influyen en el desarrollo, aunque la investigación no ha determinado cuales.

Los últimos estudios epidemiológicos destacan que el cuadro aparece en 1 por cada 100 niños y niñas en etapa educativa. No se manejan datos estadísticos sobre cuántos personas con TEA existen en la etapa adulta.

Aunque los TEA aparezcan probablemente desde el nacimiento, no existen pruebas médicas ni biológicas para su detección y no es hasta los 18-24 meses cuando puede detectarse mediante la observación de síntomas tempranos de alerta:
Comunicación: responder al nombre cuando es llamado, comprensión del lenguaje, ausencia de respuesta a la comunicación no verbal, limitación en el uso del contacto ocular y ausencia del uso de gestos como señalar.
Social: limitación en el interés por los otros y respuestas limitadas a otras personas, ausencia de imitación, alteración en la interacción social, falta de interés por compartir sus intereses y alegría, limitación en el desarrollo del juego simbólico, así como en la expresión y comprensión de emociones.
Intereses repetitivos y estereotipados: respuesta inusual a la estimulación sensorial, movimientos motores extraños y repetitivos, juego repetitivo y resistencia al cambio.
Si el niño o niña no mostrase algunos de las siguientes señales de alerta, debería ser derivado a un servicio de evaluación y diagnóstico:

-A los 12 meses de desarrollo, no balbucear, utilizar gestos como señalar o responder a su nombre.
-A los 18 meses, no emitir ninguna palabra.
-A los 24 meses, no emitir frases de dos palabras espontáneamente.
-Cualquier pérdida de lenguaje o habilidades sociales a cualquier edad.

El diagnóstico de TEA tiene que ser realizado por profesionales especializados, con el objetivo de establecer un programa adecuado de apoyos individualizados para la persona, y que implique una evaluación directa de la persona con TEA, así como una entrevista a la familia, con pruebas específicas para la evaluación de TEA. El proceso de evaluación tiene que estar centrado en determinar las limitaciones así como destacar los puntos fuertes que ayuden a establecer apoyos adecuados para la persona.

Los TEA no tienen cura actualmente, pero existe evidencia de que una detección precoz y un atención temprana especializada e intensiva mejoran significativamente su desarrollo y la calidad de vida de la persona y su familia, que debiera ser el objetivo último de todo programa de apoyo.

Lo que es común a todos los programas de intervención es que deben ser individualizados, estructurados, deben implicar de forma intensiva a todos los entornos de la persona y deben incluir a la familia de la persona con TEA, tanto en la detección de necesidades como en el desarrollo de habilidades.

Es importante a lo largo de todo el ciclo vital, utilizar los puntos fuertes de la persona con TEA (como por ejemplo las habilidades visuales), así como sus intereses para crear recursos de apoyo. Estructurar su entorno de cara a hacerlo más comprensible ayuda a las personas con TEA a ser más independientes y reducir la ansiedad que les puede generar el entorno. Los programas de apoyo e intervención deben ir orientados al desarrollo de las habilidades comunicativas y sociales, mediante una estructuración de las actividades, la enseñanza y el entorno.

Las necesidades de las personas cambian a lo largo de su vida y los recursos de apoyo deben adaptarse a las diferentes etapas, por lo que es fundamental asegurar apoyos educativos individualizados a lo largo de la vida de la persona, apoyo a las familias y los profesionales y servicios comunitarios que permitan su inclusión. Una vez que la persona con TEA es adulta sus necesidades de apoyo tienen que ir dirigidas hacia la vida independiente, el empleo y las actividades ocupacionales, la formación permanente así como a favorecer decisiones sobre su propia vida.